El vidrio se quebrajo con el golpe
era una pelota de cuero desteñido
y los niños huían alborotados,
solo un trozo cortante se expulso cerca del viejo
que en su mecedora miraba un mundo externo,
del cual había olvidado y del cual no entendía
un mundo de niños y pelotas perdidas.
Monstruosa faceta se advertía
desde la calle hacia esa ventana
con la cara de noventero anciano
con arrugada estirpe de macho
alguna vez recio
carcomido por daños y tiempo
y una ventana grasienta le daba el acento del ladrón de balones,
de la bestia que los niños temían de historias,
de pesadillas siniestras que sus padres les repetían.
Ese mitológico ser era Don Eugenio
no descendía de romanos ni griegos
pero tenía una lista de supuestos sucesos,
ni la guerra
ni la peste
ni la hambruna pudo destronar su imperio,
no vio a Jesús
ni Napoleón
pero así lo creía el mundo entero.
Su rival era la artritis que carcomía sus huesos
mas poderoso que un batallón entero
y al cual no podía derrotar,
por ello desquitaba su bronca con la pichanga de los temerosos rostros de cuna
y así olvidaba su encierro y su remedio.
Y la grasa se acumulaba en esa ventana
Y cada día era mas nublado al otro
cada día menos luminoso,
cada minuto mas furioso.
El sol se le arrancaba
Hasta que de un golpe se abrió la luz !!!
Y los vidrios ya no estaban
ni su grasa,
solo la gracia de un rostro que los niños miraban fijos a los ojos
y que se hacía cada vez menos monstruoso,
el del viejo que no volvió a pesar en pesadillas infantiles
desde ese día en que el sol lo mostró ante sus enemigos
como un simple anciano de 90 abriles.
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